Sus lejanas raíces aparecen en la nevada región del lago Van, en Turquía. Ejemplares de esta raza se importaron a Inglaterra en 1955. El reconocimiento oficial fue en 1969. Así como en Inglaterra no está todavía reconocido el Turkish Angora, en América no se reconoce aún el Turkish Van.
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Para defenderlo del tradicional frío glacial de su tierra, la naturaleza lo ha dotado de un pelaje suave, sedoso tudpido, pero con poco subpelo lanoso. En invierno, el pelo se le puede comparar al del Persa, mientras en verano el gato se queda casi desnudo.
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El color de fondo es blanco, carente de indicios amarillentos. Deben aparecer manchas castaño-rojizas por la cabeza en la zona de las orejas. También la cola es rojiza, con anillos más oscuros.
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Su corpulencia, muy similar a la del Angora es robusta y más bien alargada, con espalda musculosa. Se trata, de todas fromas, de un animal delicado y enfermizo.
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En forma de cuña, con grandes orejas peludas, rosadas en su interior. Nariz larga con la punta desprovista de pigmento, como las almohadillas plantares.
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Redondos, de color amarillo ámbar.
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Muy tupida, enteramente rojiza.
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Acostumbrado desde siglos a la domesticidad, es un gato tranquilo, afectuoso e inteligente. Nacido y criado en las cercanías de un lago, no tiene temor al agua, por lo cual sabe nadar ágilmente. No se rebela, pues, cuando el dueño lo sumerge en el baño templado, parece encontrarle gusto.
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Se encariña con la familia entera, pero deposita su confianza en especial en una sola persona.
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Es un gato casero. Será ideal para él un apartamento tranquilo, a ser posible con una terraza y alguna planta.
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Cárnica, pero sin mayores problemas.
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Peinados y cepillados como para el Persa.
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Es una raza poco prolífica; raramente son más de cuatro los gatitos de cada camada.
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Manchas en el cuerpo en vez de la cabeza y cola; carencia de musculatura; cabeza redonda.
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